Hermanas de la Fraternidad San Pío X: al servicio de Jesús en sus sacerdotes

La vida de las hermanas de la Fraternidad San Pío X es muy similar al ejemplo que nos dieron las santas mujeres en los Evangelios. En verdad, su vocación las convierte en "ayudantes del sacerdocio". Monseñor Lefebvre no dudó en usar esta hermosa expresión para describir el propio fin apostólico de las hermanas: serán ayudantes del sacerdocio en las diversas obras apostólicas confiadas a nuestros sacerdotes. Si nos detenemos a reflexionar por un momento sobre estas palabras de Monseñor, podemos percibir fácilmente toda la grandeza de esta vocación femenina que se asemeja tanto a la vida de la Santísima Virgen María, la que fue la perfecta "ayudante" de su Hijo en el trabajo de la Redención.

En el seno de la Iglesia, cada familia religiosa ocupa su lugar y su misión. Todas ellas han sido suscitadas por Dios, y han surgido una a una a lo largo de los siglos, para venir en auxilio de la Iglesia en los momentos críticos de su historia, respondiendo a las necesidades de las almas.

Así, la terrible crisis que sacude la Iglesia desde el concilio Vaticano II atormentaba el corazón de un obispo, apóstol, misionero, pastor celoso y amante de nuestra la Santa Madre Iglesia: Monseñor Marcel Lefebvre, que veía a la Esposa de Jesucristo humillada y traicionada por aquellos mismos que hubieran debido defenderla y extenderla por toda la tierra. Veía que los sacerdotes perdían el sentido del sacerdocio y de su vida; veía los Sacramentos modificados en su esencia –unos más, otros menos–; pero, sobre todo, veía el Santo Sacrificio de la Misa, que constituye el corazón de nuestra Religión, desfigurado, desnaturalizado y cada vez más contaminado. 

Nacimiento de la Congregación de las Hermanas

Ayudado e inspirado por la Providencia,su amor a nuestro Señor y a la Iglesia le impulsó a crear un seminario en Ecône (Suiza), con el fin de formar santos sacerdotes en la pureza de la fe, verdaderos hijos de la Iglesia y conscientes de su misión, que consiste en continuar el sacerdocio de Cristo y perpetuar su Sacrificio.

De modo muy natural, Monseñor Lefebvre ya había pensado que las religiosas vendrían a ayudar y apoyar con sus oraciones y sus obras el apostolado de los sacerdotes. Por esta razón, cuando en 1970 escribió los Estatutos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Monseñor Lefebvre ya aludió a ellas. Dios bendijo el deseo de su servidor, y pronto, en octubre de 1973, dos jóvenes llegaron a Ecône, aunque todavía no había nada organizado. Así que Monseñor le pidió a su hermana religiosa, espiritana como él, y que en aquel momento era misionera en Africa, que asumiera el trabajo de formar en la vida religiosa a aquellas jóvenes aspirantes. La Madre María Gabriel aceptó generosamente, y aquel pequeño grupo se trasladó a Albano, a pocos kilómetros de Roma. Allí, a la sombra de San Pedro, nació la Congregación de las Hermanas de San Pío X, y allí también transcurrieron sus tres primeros años.

El 29 de septiembre de 1976 constituye un gran día de fiesta para la pequeña familia, pues fue el día de la primera profesión religiosa en la Congregación. Un año más tarde, las Hermanas hubieron de irse de Roma para dejar el lugar a los seminaristas de Ecône, y el noviciado se trasladó entonces a la abadía de SaintMichel-en-Brenne, en Francia, hasta 1989, año en que se trasladó de nuevo, esta vez a Ruffec.

Espíritu y nombre

El espíritu de la Fraternidad se centra enteramente en la devoción al Santo Sacrificio de la Misa, celebrada según las normas del concilio de Trento y según la Tradición de la Iglesia. Por este motivo, comprendemos por qué Monseñor Lefebvre puso a las Hermanas bajo el doble patrocinio de nuestra Señora de la Compasión y de San Pío X:

San Pío X, el último Papa canonizado y el primero en serlo desde San Pío V, les ayuda a conservar una fe pura e inquebrantable, rechazando todos los errores modernos tan luminosamente estudiados por este santo Pontífice, de quien reciben el nombre canónico.

Nuestra Señora de la Compasión orienta toda la vida interior y anima sobrenaturalmente toda la actividad de las religiosas. Así como el sacerdote renueva sobre el altar el Sacrificio del Calvario, la virgen consagrada perpetúa la compasión de nuestra Señora al pie de la Cruz. Con María Corredentora, ofreciéndole su divino Hijo, las religiosas se ofrecen con la divina Víctima: «Amarán verdaderamente el Sacrificio de Jesús que se perpetúa en el altar…, de modo que para ellas será primordial el deber de rezar por los sacerdotes» (CONSTITUCIONES).

Siguiendo el ejemplo de nuestra Señora junto a su divino Hijo, sumo Sacerdote, las religiosas hacen de su vida una oración continua basada en la compasión y en la reparación amorosa, ofreciéndose por la santificación de los sacerdotes y la fecundidad de su apostolado.

Ejercicios espirituales

Esta vida de oración se manifiesta y se alimenta varias veces al día mediante varios momentos de oración que reúnen a toda la comunidad.

• Desde las 6:30 h., el oficio de Prima, y luego la meditación, introducen a las almas en la atmósfera divina, y las preparan para la Santa Misa, sol y centro de su vida, de lo que sacan abundantes gracias para dar un nuevo impulso a su jornada, enteramente entregada a Dios y a las almas.

• Media hora de adoración ante el Santísimo Sacramento precede el oficio de Sexta al mediodía y el Santo Rosario por la tarde ofrecido por los benefactores. ¿Por qué esta media hora de adoración? Precisamente por los sacerdotes, los obispos, el Papa y todas las almas consagradas a Dios, para consolar al Corazón de Jesús por los ultrajes que recibe hoy en su Sacramento del amor.

• Además, media hora de lectura espiritual alimenta y mantiene la piedad en las almas.

• El día termina con el canto de Completas, desbordante de confianza filial, y que pone al alma en un ambiente de silencio y de paz, y la prepara así al gran Sacrificio del día siguiente.

Los domingos se santifican con algunas prácticas especiales, tales como la salmodia de Laudes en la mañana (en lugar de Prima), y el canto de Vísperas seguido de la Exposición del Santísimo Sacramento en la tarde.

El retiro anual constituye un paréntesis bienhechor, durante el cual las religiosas se impregnan y se renuevan en el espíritu de su vocación. Tiene lugar después de Pascua y prepara a las ceremonias de vestición, profesión y renovación de los votos en el domingo de Quasimodo.

Apostolado

«Caritas Christi urget nos»: La caridad de Cristo nos apremia –exclamaba San Pablo–. Siendo hijas de dos almas misioneras, las Hermanas tendrán el espíritu misionero, no sólo por sus oraciones y sacrificios, sino también por sus obras. Y como las necesidades son múltiples y variadas, las diversas capacidades de cada una se unen para responder a las exigencias de un amplio campo de apostolado.

A imitación de nuestra Señora, y de las santas mujeres que seguían a nuestro Señor y a sus Apóstoles, las religiosas ayudan a los sacerdotes en los menesteres materiales, tales como lavado, planchado, cocina, costura, quehaceres domésticos, etc., permitiéndoles así disponer de más tiempo para cumplir su ministerio apostólico.

También complementan el apostolado de los sacerdotes con obras propias de religiosas en las parroquias y misiones, como por ejemplo:

• Enseñar el catecismo a los niños y prepararlos a los Sacramentos (primera Comunión, Confirmación). 
• Dar clase en las escuelas primarias y formar a los niños en las virtudes cristianas. 
• Sentar bases sólidas de doctrina y de piedad en las jóvenes. 
• Visitar a los pobres, a los enfermos y ancianos, a los miembros sufrientes de Cristo.

Estas son algunas de las variadas funciones que procuran realizar las religiosas. Como ellas mismas viven de Dios, procurando estar íntimamente unidas a El, las Hermanas se esfuerzan por darlo a conocer y hacer que lo amen todas las almas.

Las religiosas realizan con el mismo amor y espíritu de sacrificio todos estos trabajos, ya sean humildes y ocultos, ya más directamente apostólicos. «Nada será pequeño ni insignificante en sus vidas; todo será gracia y las santificará» (CONSTITUCIONES).

Postulantado y noviciado

La Congregación acepta cualquier aspirante de 18 a 30 años que, guiada por una intención recta, cuente con un espíritu sano y una salud suficiente para poder seguir los trabajos de la comunidad. Se recibe bondadosamente a la aspirante, y los 6 meses de postulantado le permiten estudiar más profundamente su vocación antes de la toma de hábito, que señala el comienzo de los 2 años de noviciado. Al cabo de este período de prueba y de formación doctrinal y religiosa, se admite a la novicia a la profesión religiosa, que la une a Dios por medio de los votos de pobreza, castidad y obediencia.

Extensión de la Congregación

Después de 40 años de existencia, la Congregación ha sido bendecida por Dios y se ha organizado poco a poco. Ya son 25 las casas que se benefician del celo de las Hermanas en Francia, Suiza, Bélgica, Estados Unidos, Argentina, Gabón y Australia, cumpliendo así el mandamiento que nuestro Señor les dio a los Apóstoles: «Id, enseñad a todas las naciones… Yo estoy con vosotros…» (Mt. 28 19-20). Al de Ruffec, ya se han agregado otros tres noviciados: en Argentina, en Estados Unidos y en Alemania, para permitir a las jóvenes de lengua española, inglesa y alemana responder al llamado de Jesús.

«Maestro, ¿dónde moras?»… Esta fue la pregunta que hicieron a nuestro Señor los dos discípulos de San Juan Bautista. Y el Evangelio prosigue: «Venid y ved» –les dijo el Salvador–. «Ellos fueron, pues, a ver dónde moraba y se quedaron con El aquel día». El divino Maestro susurra en el corazón de toda alma estas palabras: «Venid y ved», invitándola a compartir su intimidad en la vida consagrada. Pero este llamamiento es personal y delicado;siempre es un llamamiento de amor: «Dios es caridad», llamamiento que hay que saber escuchar y al que es necesario saber responder.


Para toda información suplementaria, dirigirse a:

Noviciado Santa Teresita del Niño Jesús
Ruta nacional nº 8, km. 48
Parque “Los Robles del Monarca”
Quinta “La Margarita”
C.C. 419, 1629 Pilar, Buenos Aires, Argentina.
Tel. [0054] 0230 447 0178