La Santísima Virgen y la vocación

La mano en el picaporte

Un joven seminarista de 13 a 14 años, en un enojo, golpea la puerta de su clase, sale y baja la escalera. Ya está con la mano en el picaporte de la puerta de salida, que da sobre la calle.

Es un viejo picaporte octogonal, de cobre cincelado, fijado a su eje por un clavo torcido… Momento decisivo, porque si traspasa la puerta no volverá más… Está en juego toda una vocación. Una voz fuerte grita en el fondo de su corazón:

— ¡Si traspasas esta puerta, las almas que deberías salvar no se salvarán jamás!

El joven duda… Ve lo que está tan trágicamente en juego por su enojo… La voz se hace más imperiosa…

— ¡Si traspasas esta puerta…!

Deja el picaporte y vuelve atrás. María acaba de evitar una catástrofe…

Tiempo después, siendo ya un viejo misionero de 80 años, temblaba pensando que por este arrebato de ira de niño, el demonio hubiera podido impedir centenares y millares de conversiones… y provocar la condenación de tantas almas…

¡Recemos por los seminaristas!

¡Gracias a Dios, María velaba en esa ocasión…!

¡Un seminarista desalentado…!

Ya estudiante dominico…, con memoria rebelde…, piensa (en realidad era el demonio quien le hablaba): “Jamás lograrás hacer tus estudios. Sin memoria es imposible… Vete…”

El convento estaba rodeado de altos muros y la puerta se encontraba cerrada. Una noche, después de apagarse las luces, el joven toma una escalera para saltar el muro y salir. Al subir la escalera y llegar al muro, ve en él a una hermosa y gran Dama rodeada de dos Santos.

— “¿Por qué quieres irte?”

— “No tengo memoria y soy incapaz de hacer los estudios seriamente”.

— “¡Pues vuelve!… A partir de hoy tendrás buena memoria. Llegarás a sabio y harás mucho bien… Pero para que sepas que yo soy la que te obtuve esta gracia de mi Hijo, un día, en tu vejez, en medio de un sermón, perderás repentinamente esta memoria. Entonces contarás la gracia que te he obtenido y ya sólo te dedicarás a prepararte para morir”.

El joven obedeció. Y llegó a ser San Alberto Magno, profesor en la Sorbona de París, maestro de Santo Tomás de Aquino, de quien anunció el gran papel que cumpliría. Fue Obispo de Ratisbona, donde hizo un bien inmenso. Pío XII lo nombró Patrono de todas las Ciencias Naturales. Y ya viejo, en medio de un sermón, perdió de golpe la memoria y contó entonces la gracia que la Santísima Virgen le había obtenido.

Confiemos nuestros seminaristas a la Santísima Virgen. ¡Que María vele por ellos!