Siervas de Jesús Sacerdote y del Corazón de María

Las Siervas de Jesús sacerdote y del Corazón de María es una comunidad de vida puramente contemplativa en la oblación preferente por la santificación de los sacerdotes y almas consagradas. Todo ello enmarcado en una especial devoción al Corazón Inmaculado de María.

Orígenes

En 1965, el R. P. Pedro Muñoz, sacerdote diocesano, fundó una congregación cerca de Barcelona, llamada Oasis de Jesús Sacerdote, teniendo por fin que sus miembros ofreciesen su vida por la santificación de los sacerdotes y almas consagradas, una obra absolutamente necesaria, dada la crisis de vocaciones que siguió al Concilio Vaticano II.

El Oasis pronto estrechó sus relaciones con la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), llegando a someter sus Constituciones a mons. Lefebvre, quien respondió en febrero de 1987 otorgando su aprobación moral.

A partir del año 2004, el R. P. Muñoz comenzó a manifestar cada vez más posiciones contrarias a las de la FSSPX, en cuanto a la manera de abordar la crisis de la Iglesia.

Alarmadas por la nueva orientación del convento, algunas hermanas consultaron a varios sacerdotes y obispos de la FSSPX. Mons. de Galarreta, haciéndose cargo de la situación, aconsejó la salida de quince de ellas en septiembre de 2005. De acuerdo con el fundador, abandonaron el convento el 3 de octubre, para continuar su vida religiosa en una nueva congregación.

Más tarde, los hechos ocurridos confirmaron la sabia y oportuna decisión: en junio de 2007, el Oasis obtuvo la aprobación de Ecclesia Dei, después de haber pedido al cardenal Castrillón Hoyos su normalización jurídica dentro de la Iglesia oficial, con detrimento grave de la confesión pública de la fe.

Transición

Se les facilitó a las hermanas un refugio temporal en una propiedad de la FSSPX, cerca de Madrid: la casa San José, en El Álamo. Como era de esperar, este albergue pronto quedó chico, pero luego de casi nueve meses allí, San José se compadeció. Los sacerdotes, tras una exhaustiva búsqueda de un lugar conveniente, lo suficientemente alejado del barullo de la ciudad y al mismo tiempo cerca de la Casa de la FSSPX, encontraron un apropiado, aunque provisorio, predio situado a las afueras de Griñón, a sólo once kilómetros de la Casa San José, en donde ellas podrían continuar su vida religiosa regularmente.

Las hermanas se mudaron el 21 de junio de 2006, y pronto reiniciaron su vida contemplativa. El 21 de noviembre de ese mismo año, Fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen María, mons. de Galarreta otorgó el reconocimiento oficial a la nueva congregación, la cual observa las Constituciones aprobadas por mons. Lefebvre. De allí en adelante, se llamarían Siervas de Jesús sacerdote y del Corazón de María.

El nuevo convento era aún muy pequeño y se necesitaba espacio para un futuro crecimiento. En el verano del año 2007, se adquirieron dos casas de madera, una para la capilla y otra para el locutorio. Los sacerdotes y los fieles fueron los encargados de preparar el terreno para estas construcciones, su transporte e instalación final, trabajando con un apretado margen de tiempo; pero todo estuvo dispuesto, el 21 de octubre de 2007, para la profesión de una novicia francesa y la toma de hábito de dos postulantes.

La clausura se estableció definitivamente el 3 de noviembre, en el curso de una ceremonia presidida por mons. de Galarreta, a la cual asistieron muchos fieles de Madrid. En solemne procesión, mons. de Galarreta, seguido de sus ministros, la comunidad y los fieles, fue bendiciendo las puertas exteriores del convento que, a continuación, se fueron cerrando, mientras se entonaban salmos. Al llegar a la última puerta, ante la cual se cantó el Sub tuum praesidium, mons. de Galarreta bendijo a la comunidad y entregó las llaves a la madre superiora, estableciendo, de esta manera, la clausura.

Hasta la fecha, la comunidad cuenta con quince miembros. Las nacionalidades de las hermanas incluyen la española, francesa, mexicana, argentina e inglesa.

¿Qué es lo que hacen las monjas de clausura?

Antes de responder a esto, es necesario recordar una verdad fundamental: el fin del hombre. Hemos sido creados «para conocer, amar y servir a Dios en esta vida a fin de que podamos ser felices eternamente junto a Él en la próxima». El materialismo reinante, la falta de reflexión –pues hoy se hace todo lo posible para asegurar que no pensemos o penetremos ni por un momento en nuestro interior–, la sensualidad descontrolada, ha ahogado, en el alma y en la consciencia, esta responsabilidad de todo cristiano. Y no solamente no pensamos en la santidad, sino que ni siquiera en que tenemos un alma que salvar. Es un gravísimo error creer que la perfección cristiana atañe sólo a sacerdotes y religiosos: ella concierne a todos los cristianos, por el simple hecho de estar bautizados en Cristo, como Él mismo lo dijo: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). Y San Pío X escribió: «No ha sido concedido a todos el abrazar la vida religiosa, que es patrimonio de un número reducido, pero todos los hombres deberían esforzarse por alcanzar la perfección a la que Dios los llama»[1].

Si bien, todos los cristianos deberían dirigirse hacia esta sagrada cumbre de santidad, que consiste en el perfecto amor a Dios y al prójimo, la religiosa tiene que esforzarse en lograrlo por vocación: es su deber profesional. No significa que tenga que ser ya perfecta, sino que debe hacer su más arduo esfuerzo por serlo. Consagra su vida entera para amarlo sólo a Él con todo su corazón y, para lograrlo, abraza libremente los consejos evangélicos a través de los votos de pobreza, obediencia y castidad.

Al culto del dinero, que endurece los corazones e incita al odio y a los conflictos, la religiosa opone, a través del voto de pobreza, el ejemplo de un total desprendimiento y una pobreza absoluta voluntaria.

Ante el espíritu de independencia y emancipación que sueña con destruir toda autoridad y se niega a reconocerla, la religiosa, por su voto de obediencia, ofrece el ejemplo de la sumisión, que, lejos de degradarla, la ennoblece, ya que obedece al mismo Dios.

De esta manera, la religiosa, con sus votos, su triunfo sobre el materialismo, salva al mundo y, al mismo tiempo, salva almas. Impulsa a los hombres hacia la práctica de las virtudes cristianas: hace más de lo necesario para motivar a otros a hacer lo indispensable y, más aún, expía por los pecados de las naciones. ¡Qué equivocado está el mundo al juzgar creyendo que en las casas religiosas, particularmente en los conventos de vida contemplativa, muchas vidas están sepultadas sin ninguna utilidad para el bien común![2]

Este es el fin general de la vida religiosa, pero Dios ha dado a cada congregación una misión específica dentro de la Iglesia.

Siervas de Jesús sacerdote

Es esta una congregación de vida contemplativa de clausura y, como su nombre lo indica, eminentemente sacerdotal. Las hermanas están obligadas, además de los tres votos comunes, a un cuarto voto llamado vocacionista, por el que se comprometen a ofrecer su vida entera por la santificación y aumento de los sacerdotes y las almas consagradas.

Los siguientes párrafos, extraídos de los escritos de la santa española Teresa de Jesús, explican perfectamente el objetivo de esta vocación:

En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. [Hoy día podemos decir lo mismo acerca de la devastación causada por el modernismo, no en una nación, ¡sino en toda la Iglesia!].

Me di gran fatiga, y como si yo pudiera algo fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal…

Y como me vi mujer ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que, pues, tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos [se refiere particularmente a los sacerdotes] fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por Él se determina a dejarlo todo; (…) y que todas [nosotras] ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que parece que le querrían tornar ahora la cruz estos traidores (…)

¡Oh, hermanas mías en Cristo!, ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso os junto aquí; este es vuestro llamamiento, estos han de ser vuestros negocios, estos han de ser vuestros deseos, aquí vuestras lágrimas, estas vuestras peticiones.

(…) Podrá ser digáis que para qué encarezco tanto esto [de orar por los sacerdotes] y digo [cómo es que] hemos de ayudar a los que son mejores que nosotras. Yo os lo diré… porque han de ser los que esfuercen la gente flaca y pongan ánimo a los pequeños… Han de vivir entre los hombres y tratar con los hombres… ¿Pensáis, hijas mías, que es menester poco para tratar con el mundo y vivir en el mundo y tratar negocios del mundo y hacerse, como he dicho, a la conversación del mundo, y ser en lo interior extraños del mundo y enemigos del mundo y estar como quien está en el destierro y, en fin, no ser hombres, sino ángeles?[3]

En definitiva, la vocación de las Siervas de Jesús sacerdote es ser apóstoles de los Apóstoles, como solía decir Santa Teresita del Niño Jesús.

… y del Corazón de María

La segunda parte del nombre indica los medios para cumplir esta misión: el Corazón de María, como lo dice el lema de la congregación: Pro eis in corde Matris, Por ellos [los sacerdotes] en el Corazón de María. San Ambrosio dice que «la Santísima Virgen concibió a Jesús en su Corazón antes de concebirlo en su vientre». En ese Corazón de la Virgen Madre, fue ungido por el Espíritu Santo el primer, único y eterno sacerdote, de Quien deriva el sacerdocio católico. Todo, entonces, nos viene y nos es dado a través del Corazón de María. Dios lo ha dispuesto de ese modo y ha querido presentarlo de ese modo, particularmente en Fátima, revelándonos la importancia de esta devoción para estos últimos tiempos, como el último medio de salvación y santificación: «Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón… Mi Inmaculado Corazón será tu refugio, y el camino que te conducirá hasta Dios». Y la pequeña Jacinta dijo a su prima: «Diles a todos que Dios concede sus gracias por medio del Inmaculado Corazón de María; que se las pidan a ella». Pedir por la santificación de los sacerdotes es la gracia de todas las gracias.

Una sierva de Jesús sacerdote tiene que estar formada y dejarse formar en el Corazón de María, modelo de todas las virtudes; debe unirse al doloroso Corazón que estuvo al pie de la cruz ofreciendo a la Víctima Divina, y ofreciéndose junto a Él al Padre celestial, obteniendo de esta manera gracias para quienes Él había escogido, los apóstoles, y a través de ellos, para la Iglesia y las almas. Esta vocación es, entonces, espiritualmente hablando, una participación en el Corazón sacerdotal de María.           

¿Y en la práctica?

Guiadas por el espíritu de San Francisco de Sales, la vida que llevan es humilde y sencilla, como la de Nuestra Señora en Nazaret. Trabajos en la cocina, sacristía, jardín, lavandería, etc., que se entretejen con la asistencia a la santa misa, oración mental (una hora durante la mañana y otra durante la tarde), la recitación del oficio divino (prima, sexta, completas y vísperas, cantadas los domingos), el rosario, lectura espiritual y de las Sagradas Escrituras, el ensayo del canto, sin olvidar el alegre esparcimiento de dos recreaciones diarias.

Se hace hincapié en la práctica de las virtudes interiores: obediencia, humildad, silencio, mortificación de la voluntad, mansedumbre y caridad. Los elementos fundamentales del espíritu de San Francisco de Sales son la paz y la alegría. Servite Domino in laetitia, dice San Pablo, y San Francisco insiste aún más: «Sí, hija mía, os lo digo por escrito y también de palabra: gozad cuanto podáis haciendo el bien, pues es una gracia que se añade a la buena obra: hacerla, y hacerla gozosamente… No perdáis el espíritu de santa alegría en todos vuestros actos y palabras, pues con ella daréis consuelo a cuentos os vean, para que glorifiquen a Dios, lo cual es nuestra única pretensión».[4]

Una sierva de Jesús sacerdote se ha de esforzar especialmente en imitar a la Santísima Virgen María, la primera religiosa de Dios y la contemplativa por excelencia, a fin de unirse a Él, buscando sólo su mayor gloria, viéndolo y complaciéndolo en todas las cosas.

Horario diario

Inicio de jornada

Prima, oración mental (una hora)

Santa misa

Desayuno

Trabajos (o clase)

Sexta, examen

Almuerzo

Recreación (45 minutos)

Gran silencio

Santo Rosario

Lectura espiritual (30 minutos)

Trabajos

Vísperas

Oración mental

Trabajos (o clases de canto)

Cena

Lectura de las Sagradas Escrituras (25 minutos)

Recreación (excepto en adviento y cuaresma)

Completas

Fin del día

Formación

La aspirante debe cumplir un periodo de postulantado de seis meses. Luego recibe el santo hábito y comienza su noviciado, que durará, por lo general, dos años. Durante estas dos etapas de formación asiste a clases de catecismo (vida cristiana, vida interior, virtudes, oración, etc.), vida religiosa (el espíritu de la congregación y sus Constituciones), liturgia (el oficio divino), canto gregoriano, costura, etc. Una vez concluido este periodo, la novicia hace sus votos temporales (pobreza, obediencia, castidad y vocacionista) por dos trienios, al final de los cuales emite la profesión perpetua.

Cualquier joven con una salud normal puede seguir esta vida, que es sencilla y equilibrada. La edad mínima para ingresar es de 18 años y la máxima de 35. Es esencial tener un carácter dócil y alegre, con un ardiente deseo de santificación. Las personas de carácter melancólico o complicado no son aptas para este tipo de vida. También es necesario tener completos los estudios básicos.

Los cooperadores de Jesús sacerdote

La congregación invita a los fieles a unirse en su misión de obtener de Dios muchas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas mediante la oración y el sacrificio pro eis. Para quienes quieren participar de forma oficial, deben enviar una carta solicitando la admisión como Cooperador de Jesús sacerdote, prometiendo:

Rezar una oración por la santificación de los sacerdotes todos los jueves.

Ofrecer la comunión una vez al mes con esta intención, si fuera posible, el primer jueves de mes.

Unirse espiritualmente al convento (a través de oraciones y sacrificio) y ayudar a su mantenimiento y desarrollo.

Dar a conocer esta obra a familiares y amigos, ya quienes compartan los fines de la congregación.

Esta es, a grandes rasgos, su vocación. Esperamos que Nuestro Señor haga surgir numerosas vocaciones de almas deseosas de ofrecerse por este ideal y, de esta manera, contribuir a la restauración de la Iglesia a través del sacerdocio católico.

Decía mons. Lefebvre: «Toda la Sagrada Escritura mira hacia la Cruz, a la Víctima redentora, radiante de gloria. Toda la vida de la Iglesia está dirigida hacia el Altar del sacrificio y, por esta razón, su principal preocupación es la santificación del sacerdocio»[1].

Las hermanas agradecen sinceramente a aquellos que tan generosamente las ayudan, tanto espiritual como materialmente. No tienen otro medio de pagarlo que sus oraciones. ¡Que Dios les bendiga!

SI DESEA MÁS INFORMACIÓN, DIRIGIRSE A:

Fundación PRO EIS

Siervas de Jesús Sacerdote y del Corazón de María

Apdo. Correos 3

28979 Serranillos del Valle (Madrid)

España - Tel y fax 918140306


[1] Carta Inter Gravissimas, del 18 de abril de 1910, a la Sociedad de las hijas de San Francisco de Sales.

[2] Fray Royo Marín, O. P., La vida religiosa.

[3] Santa Teresa de Ávila¸ Camino de perfección, cap. I y III.

[4] Cartas a Mme. Bourgeois, de abril de 1609; Mme. De la Fléchère, agosto de 1608, citadas en En las fuentes de la alegría, cap. VIII, no. 5 («Estad alegres»).