Meditación de los Misterios Gloriosos del Rosario

Todo buen católico, amante de la Madre de Dios, debe tener una tierna devoción al rezo del Rosario y obedecer la petición del cielo de rezarlo diariamente y meditar sus misterios. Es por ello que proponemos cinco cortas meditaciones de cada uno de los misterios gloriosos, para ayudarnos a cumplir con la petición de Nuestra Señora.

1er Misterio Glorioso

La Triunfante Resurrección de Nuestro Señor

Por su resurrección, Jesús es vencedor. Ha vencido la muerte, ha vencido el pecado. Y, sin embargo, el infierno existe todavía y no está vacío, ya que Dios no ejerce violencia contra las almas, sino que las deja libres, libres de amar a Dios, lo que les merecerá el cielo, y libres de no amarlo, y entonces será la condenación eterna para ellas. Sor Lucía decía: “Mi misión no es indicar al mundo los castigos materiales que llegarán seguramente si el mundo no reza y no hace penitencia. No. Mi misión es indicar a todos el peligro inminente en el cual nos encontramos de perder para siempre nuestra alma si nos quedamos obstinados en el pecado. El infierno existe, los niños de Fátima lo vieron con sus propios ojos, y podemos nosotros caer en él…”

De aquí nace para nosotros el peligro del cansancio espiritual, también llamado acedia. Cuando el combate se hace largo, perdemos la energía espiritual, nos cuesta cada vez más adelantar en la virtud y resistir los asaltos del enemigo, y como sabemos, en la vida espiritual quien no adelanta retrocede. Caemos en la tibieza, todo nos cansa y es cuando estamos más expuestos a las caídas fatales. Por eso, Nuestra Señora viene en nuestro auxilio y nos dice mi Corazón será tu refugio. Nos ofrece su Corazón Inmaculado y maternal para que descansemos en él, para que repongamos nuestras fuerzas en él, para que nos resguardemos de los ataques en él. Cuando nos sintamos  solos, abandonados, recurramos al corazón amado de María para reanimarnos y esperar en paz la victoria de Dios.  El Corazón de María es realmente nuestro refugio. No dudemos en representárnoslo mentalmente en las dificultades citadas. Hagamos pequeñas oraciones jaculatorias implorando su protección. Tengamos en nuestras casas una imagen que lo represente. Es el salvavidas que nos librará de la muerte eterna del alma, la condenación eterna.

Tengamos fe en la protección que nos obsequia nuestra madre de Cielo.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente.

2o Misterio Glorioso

La Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo 

Jesús subió al Cielo el día de la Ascensión para prepararnos allí un lugar. Es lo que Él mismo prometió a sus apóstoles. Pues, en Fátima, la Virgen ha prometido a los niños lo que todos quisiéramos oír de su boca: llevarlos al Cielo. Desde entonces sus pensamientos estaban en el cielo más que en la tierra. Es esta certidumbre, transformada en aceptación valiente, en voluntad firme y decisión heroica, la que nos explica mejor el comportamiento de Francisco y los progresos fulgurantes que hizo en los tan pocos meses que van a pasar entre las apariciones y su muerte. A unas señoras que le preguntaban si en el futuro quería ser carpintero les contestó que no…

 –¿Entonces quieres ser militar?

–No, señora.

–¿No quisieras ser médico?

–Tampoco.

–Yo sé bien lo que quisieras ser… ¡Ser sacerdote! Decir la Misa…, confesar…, predicar… ¿No es así?

–No, señora, no quiero ser sacerdote.

–¿Entonces qué quieres ser?

–¡No quiero ser nada!... Quiero morir e ir al Cielo.

Nos admiramos de tanta decisión. Francisco tenía prisa de ir al Cielo, pero como un verdadero místico, no pensaba únicamente en él,ni en su alegría, sino, sobre todo, en la de Jesús: Dentro de poco, Jesús va a venir a buscarme para ir al Cielo con Él, y entonces, me quedaré siempre viéndolo y consolándolo. ¡Qué alegría”. Mientras tanto, quería estar lo más posible a los pies de Jesús Sacramentado, por eso pasaba horas ante el Sagrario.

Todo esto es una gran lección para nosotros, quienes nos preocupamos demasiado por las cosas de este mundo, nos distraemos de nuestra meta final. Al contrario, todas nuestras acciones, palabras y pensamientos deberían estar dirigidos hacia el cielo, que debería ser nuestra obsesión y preocupación principal, al ejemplo de Francisco. Estamos todos llamados a la perfección, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto, y por lo tanto estamos todos llamados a la santidad, al Cielo. Nada debería importarnos más que esto. Pidamos pues a Nuestro Señor una esperanza firme en su gracia aquí en la tierra, para que nos ayude a conseguir el lugar que nos ha preparado en el Cielo.

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman!

3er Misterio Glorioso

La Venida del Espíritu Santo sobre la Virgen y los Apóstoles

El día de Pentecostés, los apóstoles recibieron al Espíritu Santo en sus almas y la misión de ir por el mundo a predicar la buena nueva, el Evangelio, la doctrina católica. Lucía de Fátima ha recibido, también la misión de ir a predicar el mensaje del cielo: Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace le prometo la salvación, y serán queridas de Dios estas almas como flores puestas por mí para adornar su trono. Su prima Jacinta le recordará esta misión antes de morir: Cuando venga  para ti el momento de hablar, no te escondas. Di a todo el mundo que Dios nos otorga sus gracias por medio del Corazón Inmaculado de María. Jesús quiere que esta devoción se establezca en el mundo, lo que implica que no es sólo una devoción privada sino un culto público, solemne, estable, un culto litúrgico expandido por la jerarquía misma. Además, la Virgen dejó bien claro que era uno de los últimos remedios que Dios daba al mundo. Es de lamentar ver qué poco caso se hace a este pedido divino. Apenas cumplimos los 100 años de esta aparición y la devoción al Corazón Inmaculado es poco extendida. A lo sumo la gente la practica en privado, pero falta la dimensión social y pública. Esta devoción no es algo que dependa de nuestro gusto personal, una elección facultativa dejada a los fieles según sus atracciones interiores. Tampoco es un deseo de la Virgen para sí misma. No, es la voluntad de Dios y no algo hipotético o facultativo. Es una voluntad absoluta, sin condiciones, de Dios mismo. Para agradar al Cielo y atraer las gracias divinas, consagremos nuestras almas y nuestras familias al Corazón Inmaculado de María. Seamos apóstoles de esta devoción alrededor nuestro. No temamos las burlas e insultos que sin duda recibiremos al defender y predicar estas verdades. ¡El Cielo vale bien un poco de esfuerzo!

Recemos para que las autoridades consagren sus naciones. Recemos para que el Sumo Pontífice y los obispos consagren el mundo, y en especial Rusia, al Corazón Inmaculado. Tenemos que buscar la exaltación pública de la Virgen María, su triunfo, porque con esta devoción se recuerda que todas las gracias que los hombres pueden recibir se obtienen a través de la mediación de su Corazón Inmaculado. ¡Qué misterio tan grande! ¡Todas las gracias, o sea, todas las gracias que hemos recibido desde nuestro bautismo, y las gracias de la Paz para las naciones dependen de esta reina!

Virgen Mediadora, como en el día de Pentecostés, asistid al Papa y a los obispos para que apresuren el día de vuestro triunfo.

4o Misterio Glorioso

La Asunción de la Santísima Virgen en Cuerpo y Alma a los Cielos

En 1950, el Papa Pío XII definió como dogma de fe que la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del Cielo. María fue, pues, elevada al Cielo y se encuentra allí con su cuerpo y alma. Pensemos a menudo en nuestra madre del Cielo que nos espera y vela sobre nosotros desde la Patria celestial mientras estamos en este valle de lágrimas, en esta tierra de exilio.

Los niños de Fátima tuvieron la gracia de poder ver parte de la gloria de María: vieron a una dama más brillante que el sol, lo que nos recuerda la Transfiguración de Nuestro Señor, en la cual dejo entrever algo de la gloria de su cuerpo cuando su rostro se volvió brillante como el sol y sus vestidos blancos como la nieve. Nuestro Señor permitió esta visión para que sus apóstoles tuvieran un consuelo en las pruebas, para que creyeran con fe firme que a pesar de todo lo que había de sufrir en su Pasión, siguieran creyendo en su divinidad. Algo parecido debe pasar con el pensamiento de que la Virgen está en el Cielo, en la gloria. Pensar en ella, en nuestra buena madre glorificada, debe llenar nuestros corazones de alegría. Los niños de Fátima, después de haberla visto no paran de pensar en ella, de vivir en su compañía, de crecer en su amor. La pequeña Jacinta decía a su prima Lucía: Amo tanto al Corazón Inmaculado de María! ¿No te gusta repetir a menudo: ¿Dulce Corazón de María? Con esta jaculatoria se recordaba la presencia de la Virgen. Cuando pasaba por alguna pena se recordaba esta visión.

Amemos a la Virgen María, que está siempre aquí, abriéndonos las puertas de su corazón. Repitamos estas bellas palabras:

Oh Virgen Gloriosa, vuestro Purísimo Corazón ha estado durante su existencia terrenal entrañablemente unido al Divino Corazón de vuestro Hijo, compartiendo plenamente sus nobilísimos sentimientos y espíritu de sacrificio; y ahora, elevado a la Bienaventuranza del Cielo, está perennemente unido a Él de modo inigualable, en la más sublime felicidad. Por ello os ruego, oh Madre de Dios, unid mi pobre corazón de tal manera al de mi Jesús que no abrigue otros sentimientos y deseos que los vuestros, y que no obre nunca sino lo que sea más agradable a Su Sacratísimo Corazón y a vuestro Dulcísimo Corazón Inmaculado, oh Madre Benignísima.  Amén.

5o Misterio Glorioso

La Coronación de la Virgen como Reina de Todo lo Creado

¡Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará! Estas son las últimas palabras del secreto de Fátima. En estas apariciones, Dios hubiera podido manifestar su Soberano Poder o su Sabiduría. Ciertamente, hizo algunos milagros, pero era algo secundario, para ayudarnos a creer en su mensaje esencial. Lo que Dios reveló en Fátima fue su Corazón, es decir el Sagrado Corazón de Jesús y lo que este Corazón tiene de más precioso, su intención la más profunda que es hacer amar al Corazón Inmaculado de María. Dios quiere que este Corazón de María triunfe, reine, a fin de que Él mismo, en su Trinidad, sea satisfecho en su amor mayor. Dios ama más que todo a María. La ama con un amor eterno, un amor de predilección sin comparación y quiere que sea glorificada, honrada, amada, servida por todas sus otras criaturas. Eso es, si es que se puede decir así, la alegría de Dios, su beneplácito, de acuerdo con lo que puede verse en las apariciones enFátima. De este amor inicial, sin límites, para con la Virgen Inmaculada se deriva su voluntad absoluta de hacer de Ella la mediadora universal y el instrumento de salvación de nuestras almas: Para salvar las almas, Dios quiere establecer en el mundo, la devoción a mi Corazón Inmaculado.

La revelación de Fátima completa, pues, la de su Sagrado Corazón en Paray-le-Monial, y la devoción al Corazón Inmaculado de María se une a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Estas dos devociones, así como los Corazones de Jesús y María son indisociables, y una no puede ir sin la otra. Van juntas necesariamente y se refuerzan siempre mutuamente. Tal es el gran designo de nuestro Padre del Cielo para los últimos siglos de la historia: El reino y triunfo universal de estos dos Corazones unidos. El Padre y el Hijo en el Corazón de Jesús, tienen un amor tan grande al Corazón Inmaculado de María, a su Corazón doloroso en el Calvario y traspasado de espinas por los pecados del mundo, que han decidido que todo sería dado a la humanidad por su intermedio, por Ella sólo y nada sin Ella.

Aceptadme, os lo ruego, queridísima Madre, entre vuestros hijos predilectos y en el número de los servidores escogidos, privilegiados para poder colaborar en la preparación del triunfo de Vuestro Corazón Inmaculado.