¿Qué pasó después del Concilio? - El cambio de los sacramentos

Fuente: Distrito de México

En este tercer artículo de una serie que iremos publicando, tomados de una conferencia dada por Mons. Lefebvre en Roma el 6 de julio de 1977, titulada "La Iglesia después del Concilio", explicaremos una a una las consecuencias desastrosas y la tempestad ocasionada por los cambios realizados en el Concilio Vaticano II.

Todos los sacramentos fueron modificados en el sentido de una comunión humana, solamente humana - ya no más una comunión sobrenatural -, una especie de colectivización. Han colectivizado los sacramentos.

El bautismo llegó a ser sólo la iniciación en una comunidad religiosa; no es más la destrucción del pecado original para ser purificados en la Sangre de Jesucristo, para resucitar en la Sangre de Jesucristo, alejarse del pecado y de Satanás por medio de los exorcismos que se hacían en el bautismo. Si es sólo una iniciación a la comunidad religiosa, el bautismo puede servir para todos, también a los no cristianos.

El mismo concepto se encuentra en la comunión. La comunión es ahora, como decía, una asamblea, una especie de colectividad que se comunica, que comparte el pan de la colectividad. Tenemos también la absolución colectiva, la penitencia colectiva; de ahí se sigue que el sacerdote no es más el santificador marcado por el carácter sacerdotal para ofrecer el santo sacrificio de la Misa; se convierte en el presidente de la asamblea. Y si el sacerdote es sólo el presidente, se lo puede elegir de entre los fieles. En consecuencia, ya no es necesario que el sacerdote sea célibe; puede, perfectamente, estar casado.

Todo esto deriva del nuevo concepto de la Iglesia. Se llega ahora a dar colectivamente la Extremaunción. En Lourdes, en la ciudad mariana, han invitado a reunirse a todos los que tenían más de 65 años para recibir, todos, colectivamente, la extremaunción. Eso es grave, muy grave, porque así el sacramento ya no es válido. El sujeto de la extremaunción debe ser un enfermo. Y hasta ahora no había oído que después de los 65 años todos fuésemos enfermos. No es por tener 65 años que estamos enfermos. "Si quis infirmatur", dice Santiago, "si alguno está enfermo, venga el sacerdote y le administre...", pero si no está enfermo, no puede ser sujeto de la extremaunción. Esto es muy grave porque denota toda una nueva orientación.