Las familias católicas tienen que reaccionar - Palabras de Mons. Lefebvre

Fuente: Distrito de México

He aquí unas palabras de Monseñor Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, sobre la importancia de la familia, y en especial de las familias numerosas, en la sociedad y crisis actual, y sobre lo que nos toca hacer como católicos para preservar la Tradición.

Ya es hora de reaccionar. Lo que Gaudium et spes dice del movimiento de la historia que "se vuelve tan rápido que apenas se puede seguir", se puede aplicar al movimiento de las sociedades liberales que se precicpitan hacia la disgregación y el caos. ¡No hay que seguirlo!

¿Cómo se puede entender que algunos dirigentes, que dicen ser cristianos, destruyan toda la autoridad de la sociedad? Lo que hay que hacer es restablecer la autoridad que la Providencia ha querido que tengan las dos sociedades naturales de derecho divino, cuya influencia en este mundo es primordial: la familia y la sociedad civil. En estos últimos tiempos los golpes más duros los ha sufrido la familia. 

Las leyes y medidas que han ido apareciendo hacen patente una gran cohesión en la intención de destruir la institución familiar: disminución de la autoridad paterna, facilidad para el divorcio, desaparición de la responsabilidad del acto procreativo, reconocimiento administrativo de las parejas irregulares y hasta de las parejas homosexuales, cohabitación juvenil, matrimonio de prueba, etc.

Los católicos no tienen que seguir la corriente, y como también son ciudadanos, tienen que influir cuanto puedan para levantar lo que hay que levantar. Su esfuerzo tiene que hacerse sobre todo en la educación que den a sus hijos. El niño lo recibe todo de su padre y de su madre, tanto el alimento corporal como el intelectual, y la educación moral y social. Casi toda la ciencia que adquieren en la adolesencia, será una ciencia aprendida, recibida y aceptada, más que una ciencia deducida de la observación y de la experiencia personal. Los conocimientos vienen en gran parte de la autoridad que los trasnmite. El joven estudiante cree en sus padres, profesores y en sus libros. Así es como crece su conocimiento. Esto aplica todavía más en el caso de los conocimientos religiosos, de la práctica de la religión y del ejercicio moral conforme a la fe, a las tradiciones y a las costumbres. 

Esta influencia extraordinaria de la familia y del medio es algo establecido por Dios. Dios ha querido que sus beneficios se transmitan primero por la familia. Por eso le ha dado al padre una gran autoridad y un inmenso poder sobre la sociedad familiar, sobre su esposa y sobre sus hijos. 

Si fuera necesario esperar a poder entender la verdad religiosa para creer y convertirse, habría muy pocos católicos en este momento. Creemos en las verdades religiosas porque los testigos son dignos de ser creídos por su santidad, su desinterés y su caridad. Además, como dice San Agustín, la fe la da la inteligencia. Hoy el papel de los padres se ha vuelto muy difícil. La mayoría de las escuelas se han secularizado y ya no enseñan la verdadera religión ni las ciencias profanas a la luz de la fe. Los catecismos difunden el modernismo. La vida trepidante absorbe todo el tiempo. Las necesidades del trabajo alejan a padres e hijos de sus abuelos y abuelas, que antes tenían su papel en la educación. 

¿Qué hay que hacer? Hay escuelas realmente católicas, aunque pocas. Manden a sus hijosa ellas, aunque no sea muy fácil para el presupuesto familiar. Si sus hijos sólo pueden asistir a escuelas en las que la enseñanza está desnaturalizada, hay que manifestarse, protestar y no dejar que los maestros les hagan perder la fe.

Hay que leer y volver a leer en familia el Catecismo de Trento. Hay que rechazar los libros que transmiten el veneno modernista. No hay que comprar cualquier Biblia. Toda familia católica tendría que tener la Vulgata, traducción latina que hizo San Jerónimo en el siglo IV, y que la Iglesia ha canonizado. Hay que rezar y hacer penitencia, como lo pidió la Santísima Virgen. Hay que rezar el rosario en familia. Hay que renovar muchas cosas, y para eso no hay que creer que no se puede contar con la juventud. No toda la juventud está corrompida, como nos quieren hacer creer. Muchos jóvenes tienen un ideal y a muchos otros basta proponerles uno. 

Las familias fieles a la Tradición al mismo tiempo son familias numerosas. Su misma fe les asegura la posteridad: "Creced y multiplicaos". Al cumplir con lo que la Iglesia siempre ha enseñado, el hombre asegura su propio futuro.

Monseñor Marcel Lefebvre+

Carta abierta a los católicos perplejos