Fiesta de San Lucas, evangelista

Fuente: FSSPX Actualidad

Salus populi romani, pintura atribuida a San Lucas, visible en Santa María la Mayor

"He aquí que la bondad y la humanidad de nuestro Salvador Dios se ha manifestado a todos los hombres". Discípulo de San Pablo, parece que el tercer evangelista se propuso dar a conocer las palabras del Doctor de los Gentiles.

Armonía admirable: bajo la mirada de Simón Pedro, a quien desde lo alto se le reveló el Hijo del Dios vivo, Marcos tuvo el honor de llevar a la Iglesia el Evangelio de Jesús, Hijo de Dios; antes que él, Mateo escribió para Sion el Evangelio del Mesías, hijo de David, hijo de Abraham; cerca de San Pablo, Lucas escribirá para las naciones el Evangelio de Jesús, hijo de Adán por María.

En el mismo estilo con que había escrito el Evangelio de los gentiles, Lucas completó su obra dando a los gentiles la historia de los primeros tiempos del cristianismo.

Según la tradición, fue un artista no menos que un escritor, y, con el alma abierta a todas las delicadas inspiraciones, quiso dedicar sus pinceles a conservar para nosotros los rasgos de la Madre de Dios: una ilustración digna del Evangelio en la que se nos cuenta la divina Infancia; nuevo título al reconocimiento de aquellos que nunca vieron a Jesús o María en la carne.

El patrocinio del arte cristiano recayó sobre él desde entonces, sin perjuicio del de la carrera de medicina, que tiene su fundamento en la misma Escritura. San Lucas había obtenido de Antioquía, su patria, toda clase de saberes; la brillante capital de Oriente podía enorgullecerse de su ilustre hijo.

Del Libro de San Jerónimo, Presbítero, sobre los Escritores Eclesiásticos

Evangelista de los gentiles, bendito seas por poner fin a la larga noche que nos tuvo cautivos y calentar nuestros corazones congelados. Confidente de la Madre de Dios, tu alma conservó de estas relaciones afortunadas el perfume de sabor virginal que respiran tus escritos y toda tu vida.

Este hijo del hombre que tu pluma inspirada nos hizo amar en su Evangelio, que tu pincel nos mostró en los brazos de su Madre, lo revelas una tercera vez al mundo por la reproducción en ti mismo de su propia santidad.

Guarda en nosotros el fruto de tus múltiples enseñanzas. Si los pintores cristianos te honran especialmente con razón, si es bueno que aprendan de ti que el ideal de toda belleza reside en el Hijo y la Madre, hay un arte que es, sin embargo, mucho más sublime que el de las líneas y los colores: el arte de producir en nosotros la semejanza divina.

Es en esto último en lo que queremos sobresalir siguiendo tus enseñanzas: porque sabemos por San Pablo, tu maestro, que la conformidad de la imagen con el Hijo de Dios es el título único de la predestinación de los elegidos.

Protege a los médicos fieles; tienen el honor de marchar siguiendo tu ejemplo; se apoyan, en su ministerio de devoción y caridad, en el crédito del que gozas ante el autor de la vida. Ayúdalos a sanar o aliviar el sufrimiento; inspira su celo.